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Más inestable que el tritio. Más abstracta que Kandinsky.

2.23.2011

Caminaba lentamente...

... un pié, luego el otro. Miraba al cielo. Éste, lleno de grandes nubes grises, no dejaba ver el sol. Ella no paraba, no notaba todo el griterío de la gente bajo sus pies, ni a los extremos de la cuerda sobre la que caminaba. Simplemente, andaba, de vez en cuando dejaba escapar una sonrisa, y no tenía miedo de caer. Nadie sabe cómo había llegado hasta ahí, por qué lo había hecho y sin ninguna protección y sobre todo quién era esa chica. No tenía prisa y, es más, si la tuviera, correría, la cuerda se balancearía, perdería el equilibrio y todo estaría en manos de los bomberos que sujetaban una manta a 30 metros de altura de la chica. 
Consiguió llegar al otro edificio, tal y como se lo proponía, pero, cuando iba a posar un pie sobre firme, se echó atrás. Los bomberos que la esperaban en ese edificio le intentaron echar una mano y aun así no la aceptó. Se movió a un lado, al otro y cayó. La gente gritaba con más euforia. Los hombres que se apilaban en el techo de los edificios se lamentaban. Los de abajo se preparaban para cogerla. Ella por su parte decidió no causarles más problemas. Decidió desaparecer dejando a todos los presentes con la boca abierta.

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