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Más inestable que el tritio. Más abstracta que Kandinsky.

7.08.2012

No está de paso.

Tengo muy presente en mi mente una mirada de no sé quién. Tiene los ojos entrecerrados, mira de lado, observa a alguien. Sus labios hacen una perfecta linea recta, casi, puede que con una ligera curva hacia abajo.
Hace frío, le llueve en la cara, ni se inmuta. También hay viento, fuerte. Anda inclinado, sube una cuesta y el viento le da de frente.
Lleva las manos en los bolsillos. El pelo se le alborota un poco, pero el viento lo empuja hacia atrás en mayor parte.
Sólo echa un vistazo, luego vuelve la vista al frente, cierra los ojos del todo, inspira con resignación, supongo, levanta los párpados y deja que sus ojos caigan hasta sólo ver sus pies y, sobretodo, nunca deja de caminar.
Los rayos de sol no se atreven ni a rozarle, siempre tiene una nube gris encima. Al otro lado de la calle, todo es felicidad, vitalidad, actividad, sol, luz, calor. Puede que sea eso lo que mire con... ¿pena? ¿tristeza? Melancolía. Ya no sabe si puede salir de ese bulevar de sueños rotos. O si éste podrá salir de su cabeza, de su corazón. Y continua caminando. Lleva así días, más que meses. Tiene miedo. Lo sabe. No le gustaría seguir allí para la eternidad, pero si sale, y ¿luego vuelve a caminar por ese bulevar? Ya no sabría andar, sólo suplicar por no volver...

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